jueves, 30 de diciembre de 2010

"El Poeta de los Sueños" - Luis María Pescetti

Había una vez un señor que soñaba poesías.
Despierto no destacaba en nada; pero dormido se le aparecían poemas. Hablaba y su mujer copiaba; por la mañana ni él mismo podía creer que eso había sido creación suya (esto les sucede a muchos creadores, casi nadie puede explicar de dónde nacen las ideas; pero en este caso la sensación era más fuerte ya que dictaba dormido).
Todo terminaría acá si no fuera porque estaba disconforme con eso, pues se hizo famoso en todo el mundo, no tanto por los poemas sino por cómo le nacían. Lo invitaban a programas de televisión, pero esos de concursos y fenómenos extraños. Lo entrevistaban de diarios y revistas para preguntarle si, además, veía espíritus. Aparecía en libros, pero en aquellos de récords y hechos inexplicables. Él quería ser poeta, y no un fenómeno de circo.
Sufría tanto que, desesperado, le dio un martillo a su mujer para que le pegara cuando hablara dormido, lo que ocurrió esa misma noche. Fue una poesía sobre una tortuga. Él no despertó, pero la tortuga del poema apareció de verdad en la habitación.
De ahí en más no soló dictaba sus poemas, sino que algunos de ellos se convertían en realidad. Un baúl, una calle, un barco, humo. Uno de sus poemas habló del mar, y comenzó a inundarse la ciudad. Lo echaron de ésa y de otras, porque no elegía lo que soñaba, y no siempre eran cosas buenas. Soño la guerra, pero no fue culpa suya, la guerra ya estaba en los hombres. Él sólo contaba de un soldado que llevaba días en una trinchera, bajo la lluvia, y escribía cartas a su novia, por amor, pero también para no enloquecer.
Soñó que estaba solo, y una nave espacial los llevó a la Luna. Soño que era un náufrago, y pasó a rescatarlos un barco antiguo. No quiso soñar nunca más. Le pidió a su mujer que preparara café bien cargado, como se toma en Cuba y en Colombia, y que le diera conversación para no dormirse.
Todavía navegan por el cielo, con los ojos cansados de no dormir. Pero, cuando se distrae, la mujer le canta una canción de cuna y descansan. Así es su amor.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

"Oliverio junta Preguntas" - Silvia Schujer

Oliverio coleccionaba preguntas como quien junta figuritas.
Pero con tres diferencias:
  1. que no podía comprarlas en los quioscos;
  2. que nadie se las cambiaba; y
  3. que el álbum no se llenaba jamás.
Sabía que no podía comprarlas en los quioscos porque cada vez que lo intentaba, la quiosquera lo miraba con cara rara, le regalaba un caramelo y le decía "Vaya, m'hijito, nomás".
Había comprobado que nadie se las cambiaría porque cada vez que mostraba una pregunta, le devolvían una respuesta.
Y el álbum no se llenaba jamás porque el lugar donde escribía las preguntas no era un álbum sino un cuaderno de tapas duras.
Pero volvamos al principio.
Oliverio coleccionaba preguntas como quien junta figuritas.
Preguntas de toda clase.
Grandes y chicas como: ¿Te gustaría saber por dónde queda el río por el cual el último barco fenicio pasó antes de que la civilización romana llegara a su fin? O bien:¿Cómo te va? Fáciles y difíciles como: ¿De qué color era el caballo banco de San Martín? O bien: ¿Cuál es la raíz cuadrada de dos millones ochocientos cincuenta mil uno?
Interesantes y estúpidas como: ¿Por qué si la Luna es más chica, la veo más grande que a cualquier estrella? O bien: ¿Seré el chico más bello del mundo?
Cuando empezó, las únicas que juntaba eran las preguntas que se le ocurrían a él.
Con el tiempo, los amigos se interesaron por ayudar a Oliverio y le regalaron un montón de las suyas.
Preguntas de toda clase.
De mujeres y de varones. Con respuestas o sin respuestas. Aburridas y simpáticas. Dulces y saladas. Con palabras raras y hasta con palabrotas.
Oliverio se cansó de escribir preguntas en su cuaderno. Hasta que un día se le empezaron a repetir.
Venía uno con una pregunta dificilísima y Oliverio decía: "Esta ya la tengo."
Venía otro con una pregunta requetedificilísima y Oliverio decía: "Esta ya la tengo."
Repetida. Repetida. Repetida.
Le venían todas las preguntas repetidas.
Hasta que conoció a María Laura y, de una sola vez, se le ocurrieron diez mil: ¿Quién es esa chica? ¿Cómo se llama? ¿Por qué es tan linda? ¿De qué color tiene los ojos? ¿Le hablo o no le hablo?
No tenía ninguna.
¿Por qué no puedo dejar de mirarla? ¿Cuántos años tiene? ¿A qué escuela va? ¿La invito o no la invito a pasear?
Anotó en su cuaderno sin parar:
¿Por qué usa flequillo? ¿Sabrá patinar? ¿Dónde vive? ¿Le gustaría ir al cine conmigo?
Escribió como cuatro horas seguidas.
Su colección creció de golpe. Llenó de preguntas hasta la última hoja del cuaderno.
Y ya iba a iniciar uno nuevo, cuando de repente... ¡Seguro que se le acabó la tinta!
Salió a la vereda y la encontró.
Lo primero que supo es que se llamaba María Laura y lo demás decidió averiguarlo de a poco.
Pero volvamos al principio.
Oliverio coleccionaba preguntas como quien junta figuritas.
Hasta que un día conoció a María Laura. O se le acabó la tinta. Y desde entonces, sin proponérselo, un nuevo cuaderno se le fue llenando de respuestas.

sábado, 27 de noviembre de 2010

"Perros" - Patricio Torne

A ese perro
Tuvieron que estaquearlo.
Cocerlo a balazos, tuvieron,
Y antes, para escarmiento,
Le arrancaron los huevos.
 
Ya ni ladrar podía.
 
Cuando confirmaron
Que estaba muerto,
Definitivamente muerto,
Temblaron sacudidos
Por la duda:
¿Qué distancia hay
En la historia
Entre la muerte
Y el nacimiento de un perro? 

lunes, 22 de noviembre de 2010

"Que me muerdan, total" - Martín Pucheta


Ahora que me gusta una chica
no me duelen 
las hormigas coloradas

son como chichoncitos de risa
para mi piel las ronchas,
como airecitos de sol,
pancita de empanada, 
como flores que se acurrucan,
se apimpollan de frío,
como tortugas 
debajo de la servilleta
o escondidas en el trapo de piso.

Que me ataquen 
todos los mosquitos,
que me muerda un perro
y una víbora a la vez.
Ahora que me gusta una
si me llego a morir
ni cuenta me voy a dar.

"Ya nadie pasa por esta vereda" - Nélida García



Murió Raquel, la amable vecina,
voz de miel, ojos vagabundos
Murió don José, su marido,
el de los cumplidos saludos de la tarde.
Murió la tía Augusta,
devota de San Antonio,
sus cinco hijos aliviados.
Murió la abuela Valentina, 
con ella los ponderados
pasteles de manzana.
Murió el tío Alberto,
roto el corazón
por tanto desvarío.
Murió padre, madre, hermana, 
fatal la garra del destino.


La muerte, dueña de la calle
ayer sacó la silla  ala vereda.

miércoles, 18 de agosto de 2010

"Hay tantos abrazos que me quedaron lejos..." - Damián López


Un hombre camina los días


rozando abismos que no conocerá nunca




una mirada limpia se trepa al olvido


y el vidrio molido no lastima la intemperie de sus sueños




yo sigo esperando


acá adentro los espacios no envejecen


y está tan ahí tu presencia traslúcida


que casi es la misma esta luz de agosto




cada recuerdo es un ladrillo que late


la memoria es un barrio levantado a puro torcer el tiempo


lunes, 16 de agosto de 2010

Cosas que siempre duelen


Las películas dobladas

morder la hamburguesa del afiche

la ropa interior gastada

los zapatos ajenos

los lentes oscuros en las conversaciones

y las camas de una plaza


martes, 20 de julio de 2010

"Tarde de Invierno" - Jorge Luján


Juega mi dedo en el vidrio empañado y dibuja una luna y dentro de ella a mi madre

que viene por la calle y cabe justo en el dibujo que voy agrandando a medida que se

va acercando hasta darme este abrazo que cabe exactamente detrás del vidrio del

portarretrato.

"Detrases" - Ricardo E. Monje


Detrás

hermano espejo

(ya he sabido que se pega a mi cara

la gloria pasajera de la luz)


................................................. deja ya de mentirme

................................................. metáforas

................................................. de mí

"Cuando San Pedro viajó en tren" - Liliana Bodoc

(...)

"Un tren es un túnel que avanza.

Un tren es un dibujo que se pierde hacia el final de una hoja.

Un tren es siempre un misterio..."

(...)

lunes, 21 de junio de 2010

"Padre..." - Delia Beatriz (Clarita) González


Padre es una palabra que estremece

y y a la vez da una confianza

arrulladora

en las mañanas

con olor a pan tostado

y a yerbiado con té de burro

ese, el del fondo de la casa.

Y papi es aún mucho más linda

papi que atame los cordones

que traeme las aquellas palmeritas

de esa confitería que ahora ya no existe

papi vení a buscarme porque el auto

no me arranca y hace frío

ayudame con el calefón y la cocina

papi comprame dulce de batata

y llevame a dar clases que otra vez

el auto no me arranca

qué le vamos a hacer,

padre querido...



Un día el padre tiene que irse para siempre

tan solo para que los hijos aprendamos

a no andar pidiendo tanta cosa

pero a mí me gustaría

padre mío,

tener tu mano fuerte

entre las mías

sentarme en tus rodillas

hacerte esas torrejas que tanto te gustaban

y jugar un truquito

y que te enojes

con la falta envido

y el quiero vale cuatro.


Está bien

yo comprendo...

pero a veces

te extraño tanto tanto tanto

que me da por no entender

porqué te fuiste

y sin aviso.

jueves, 22 de abril de 2010

"6" - Gabriel Jiménez



por alguna extraña razón
las cucarachas siempre mueren
panza arriba.

desconozco las remotas causas
pero sé
que en los baños
de los barsuchos que frecuento,
por lo general no más que pancherías
en las que también venden cerveza,
para poder contemplar un aleph
es necesario sortear
los cajones de lechugas viejas
o de envases vacíos,
atravesar estrechos pasillos
de paredes de mohos,
ingresar en un reducto
de dudosa salida
donde junto al inodoro
con pelos anónimos pegados,
en ese baño donde a veces
curiosamente hay papel
pero siempre el jabón
es sólo graffiti,
hay un lavatorio
con grifería de plástico
donde sólo entra
una mano por vez
y el misterio
de cómo hacer
para lavarse las manos;
ahí junto
probablemente descansará
el cadáver patas arriba
guardando el secreto
del universo.-

"Ítaca" - Konstantinos Kavafis


Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante tí los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Ítaca en la memoria.
LLegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Ítaca te enriquezca.

Ítaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca.
Rico en saber u en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Ítacas.

viernes, 29 de enero de 2010

"Historia de perros" - Leónidas Barletta

(...)

El padre, como siempre, ni pestañeaba. Lo que ocurría no tenía sentido para él. Hacía ya mucho tiempo queno comprendía. Y su temor de que alguien advirtiese que no podía comprender lo había hecho hosco. Intuía que todo era más sencillo y que habían complicado las cosas inútilmente. Como si viviesen vidas superpuestas, vidas que no eran las de cada uno. Como si hubiesen acumu­lado, capa sobre capa, formas absurdas de vivir y ahora no se podía horadar la gruesa costra, debajo de la que estaba la vida esplendente y sencilla. Entonces se aban­donaba uno como la hoja a la corriente. Y casi siempre ocurría esto en la buena época de los sueños. En el tiem­po en que las madres se resignan a la separación, porque se ha rebasado su mundo. Y todo es tan razonable, sin embargo, que, en vez de salir por esos caminos a gritar la alegría de sentirse libre, arrancando puñados de pasto y refregándolo por la cara para sentir el campo, se pre­senta uno en el portón gris de una fábrica y con una voz sorda que hace achicar los ojos de los capataces, pide trabajo.

Es tan razonable; pero no se puede comprender. En vez de tomar contacto con él mundo y gozar sus mara­villas, resulta que uno ha nacido para fabricar tapitas de lata, para las botellas de cerveza. Las poleas y los volantes giran como en una pesadilla. Y no se acaba nun­ca. Todos destapan botellas de cerveza y luego la tapita rueda debajo de las sillas. La máquina sigue acuñando millones y millones de tapitas. Y en vez de sentir uno que el aire celeste le acaricia la boca con un susurro de beso, siente el aliento de la máquina en los ojos quema­dos de cansancio. Y todo es tan razonable. Por ejemplo: si uno sigue su impulso y se va por esos caminos de Dios, ya se sabe, necesita una barba de carpincho, una bolsa y un palo. Entonces se le deja seguir y los perros y los pájaros, los pachorrientos sapos y las fulmíneas lagarti­jas lo reconocen. Y hay que andar, con los pies doloridos y un tallo fresco de hinojo en la boca, indiferentes a los que en toda clase de vehículos disparan frenéticos de la soledad y se detienen en los pueblos, en las calles más transitadas, a tomar un respiro, y descubren que lo mis­mo están solos. Los perros de las chacras se largan contra uno a grandes saltos, ladrando furiosamente; pero es para engañar a los de la casa, para que sigan ignorando que pasa aquel a quien solo los perros reconocen.

Y un día, hacia el crepúsculo, el espacio se ahueca como si nos fuese a tragar. Un gran árbol señala el límite pre­ciso y Arturo, el boyero, inicia sus celestes guiñadas. Y ya lo sabemos todo y podemos entrar sin temor en la tierra.

Y no como los que van en furtivas vacaciones a robar trocitos de naturaleza para encerrarlos en sus herméticas habitaciones de la ciudad. Con gestos ridículos hinchan el pecho y quieren llevar los bolsillos llenos de piedritas, hojas y ráfagas de aire limpio y vuelven a la ciudad ne­blinosa, sonrojados como si hubiesen cometido un hurto.

En cambio, siempre se encuentra una muchacha que está dispuesta a aceptar, porque uno no ha dejado de acuñar tapitas de lata, ano tras año. Y en seguida uno encuentra por todas partes escarpines y pañoletas de lana como si los recién nacidos de ahora tuvieran más frío que los de antes y se es padre de familia y se puede usar una cara seria para esperar los otros hijos, las ga­llinas, el perro, que constituyen la casita. Nadie sabe quién enseña a jugar al truco, y a las bochas se aprende mirando arrimar a los viejos. Y de pronto, uno se pre­gunta: ¿se podría saber para qué hago todo esto? Natu­ralmente, es muy razonable; pero no se puede compren­der. Uno tiene hogar y esposa honesta y trabajadora y los chicos son buenos y obedientes y en el almacén le dicen a uno: buenas noches, don Pedro, y no se debe Dada. Pero es duro de comprender que uno haya venido al mundo para hacer tapitas de lata para las botellas de cerveza.

(...)

miércoles, 27 de enero de 2010

"Otoño" - Fabián Casas


El cazador
mal herido
Se detuvo frente al rey de la selva
Era como en los cuentos de niñez
Esbelto magnífico
El cazador
Intentó matarlo
Pero no hay más balas
ni sueños
ni risas
y toda la selva carece de sentido
La infancia está hambrienta
El rey
viene por vos
y
.. un
....... zarpazo
..................... coagulando
........................................ el tiempo